Dedicatoria del Monte Baden-Powell

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(En 1944, Burham publicó “Taking Chances” (Corriendo riesgos), una colección de historias acerca de sus aventuras en el Oeste, África, el Klondike y por todo el mundo. El libro está dedicado a Baden-Powell, “El Jefe Scout”. Lo que sigue relata su primer encuentro durante una misión de exploración en 1896, en las Colinas Matopo, Matabeleland. Burham continúa con una descripción de la dedicatoria del Monte Baden-Powell en 1931. Localizar la cumbre de la Sierra me ofrecería una interesante oportunidad de investigar.)

Monte Baden-Powell Todos aquellos que siguen la puesta de sol acaban encontrándose en el punto de partida (claro está, la Sierra se encuentra al oeste, en California- N.d.T.). Aún así, me encuentro de nuevo a la sombra de las montañas que rodean mi querida y vieja tierra, tratando de echar el lazo a alguno de los caballos salvajes de mi memoria que me desafían a plasmarlos en un papel impreso. Si pudiese echarles una gaza perfecta como las del inigualable Will Rogers (famoso cowboy y actor norteamericano que se ganó la vida en un circo de salvaje oeste con su gran manejo del lazo- N.d.T.), o un lazo global como el famoso Bardo de las Colinas de Green Verdugo, el corral estaría repleto al anochecer. Pero no siendo capaz de competir con ninguno de ellos aprovecharé una gran lazada a corta distancia, al estilo tejano, y al caer englobará un gran bastión montañoso que mantiene el desierto a raya y protege una maravillosa tierra y a millones de sus habitantes. Aquel gran soldado, Lord Baden-Powell, a quien se dedicó la montaña, atisbó en una visión profética la actual lucha por la supervivencia y encomendó su vida a preparar una generación de jóvenes capaces de afrontar el conflicto. Jóvenes, luchando como hombres en todos y cada unos de los mares y frentes de batalla del mundo, y sobre quienes recae el destino del mundo. El siguiente es el discurso de dedicatoria que tuve el privilegio de ofrecer en aquella trascendental ocasión:

“A todos los scouts del Mundo : ¡Saludos!

En respuesta a vuestras peticiones, nosotros, vuestros representantes procedentes de naciones distantes y de remotas fronteras más allá de los mares, estamos aquí reunidos en esta elevada montaña para darle el nombre de nuestro amado Jefe Scout. Sentimos que este poderoso fragmento de la Mano Divina expresa mejor nuestro amor y admiración hacia el Jefe que ningún otro monumento que pudiésemos erigir.

Ya desde las remotas páginas de los registros de la historia nos encontramos que, cuando los pueblos de la humanidad deseaban otorgar un tributo especial y querían que perdurase a través de los tiempos, dedicaban a sus deidades y héroes una de la montañas dominantes del mundo. Así, en este ejemplo, y siguiendo la costumbre de nuestra raza a través de miles de generaciones, vuestro comité ha elegido con gran cuidado este pico en particular porque se significa y destaca entre el resto de montañas, del mismo modo que lo hace nuestro Jefe entre los hombres.

Por lo tanto, este discurso de hoy, constará de dos cortas historias. Una de montañas y otra de un hombre.

Ahora mismo estáis de pie sobre uno de los guardianes de la poderosa Sierra que mantiene a raya de todas nuestras casas, al desierto amenazador. Esta montaña cerró la Sierra dejando tan solo un espacio de tales dimensiones que ha hecho de él el Khyber Pass (uno de los pasos más antiguos del mundo situado entre Pakistán y Afganistán y vía de muchas rutas comerciales.-N.d.T.) del Oeste, manteniendo alejados para siempre a los demonios del desierto: la sed, las tormentas y las ondulantes dunas, que en varias partes del mundo, en una y otra ocasión, han eliminado a civilizaciones enteras. Viajando hacia atrás en el tiempo, a escala geológica, este implacable desierto alejó a extraños monstruos hacia los valles de su parte inferior. Todos los habéis visto en los Pozos de Brea (famosos lagos de brea de California y que albergan numerosísimos restos fósiles- N.d.T.) o en forma de esqueletos reconstruidos en los museos. A lo largo de la carretera por la que habéis viajado hoy, caminaron con sigilo en otro tiempo, en mitad de la noche, tigres de dientes de sable, lobos de largos colmillos y leones de enorme tamaño. Bajo estos sinuosos cañones avanzaban balanceándose pesados mastodontes. En lo alto de estos riscos se asentaron cóndores y águilas, vigilando a cualquier enorme mamífero que pudiese caer o morir de sed. Rebaños de antiguos camellos, caballos y muchos animales más pequeños pasaron entre estas paredes de granito muchas eras antes de que la primera huella desnuda del hombre salvaje dejara su impresión en el polvo. Luego llegó la pisada suave y silenciosa del mocasín indio y, poco tiempo después, el ruido metálico de las espuelas y las brillantes armaduras de los españoles. Después, provenientes del desierto llegaron los tramperos, altos, vigorosos y ataviados con pieles, y justo tras ellos, casi en la distancia a la que se visualizan las señales, retumbaron los pesados carromatos de los pioneros. Éstos fueron pronto seguidos por el caballo de hierro y las costillas de acero (se refiere al ferrocarril y las vías, tal y como las llamaban los indios- N.d.T.). Y aquí continuáis hoy, mientras sobre nuestras cabezas los resplandecientes scouts del cielo, propulsados por fuego, sobrevuelan en círculos esta montaña para rendir un tributo de honor al Jefe. Todo este emocionante esplendor de la vida a través de los siglos no podría haber tenido lugar sin esta muralla montañosa.

Volved los ojos hacia el oeste y contemplad el paraíso que cobija en forma de colinas suavemente onduladas y millas de valles abiertos que se extienden en la lejanía hacia el reluciente mar. Aquí han construido sus hogares millones de personas, resguardados y seguros tras estas almenas de miles de pies de altura. Confiamos en que este gran Scout de todas las montañas (se refiere a la montaña de Baden-Powell- N.d.T.) guarde este paso y mantenga alejado de nosotros para siempre al mortal desierto.

Por ello hemos elegido esta montaña para representar a nuestro querido Jefe Scout. En el mundo de los hombres, él ha sido siempre una fortaleza contra las pequeñas y mezquinas cosas de la vida. Durante años y años fue como este muro de piedra, manteniendo a raya las interminables dunas de la ferocidad que parecían destinadas a sepultar las avanzadillas de la civilización en las fronteras del mundo.

Dio la casualidad que mi primer encuentro con el Jefe fue bajo la sombra de otra montaña en el corazón de África. Allí un puñado de pioneros estaba a punto de sucumbir frente a un número mayor de salvajes bien armados. Habíamos estado combatiendo durante mese. Imaginad nuestra alegría a su llegada. Llegó directamente, procedente de las sangrientas selvas de Ashanti, donde la fuerza de diez mil lanzas fue desviada de su camino hacia otro de nuestros puestos de avanzadilla. Su auxilio fue como el de los Caballeros del Rey Arturo a un castillo asediado. Finalmente, bajo la mano fuerte y el intenso espíritu de Cecil Rhodes se estableció una justa paz. Luego el camino del Jefe se alejó hacia el Océano, hasta que otro estallido de guerra lo trajo de nuevo para ayudar a salvar África. Una y otra vez, en la alta sabana, avanzamos, luchamos, la recorrimos y finalmente llegó un respiro. La epopeya de todas estas luchas puede encontrarse en interminables registros y en muchos volúmenes de nuestras bibliotecas. Sólo os menciono estos temas para mostrar los antecedentes y ahora os contaré el comienzo de hechos bastante más importantes que las luchas con los salvajes o que incluso el hecho de plantar una bandera en medio de territorio salvaje.

El Jefe, durante todos esos años de guerras había visto que éstas estaban siendo sostenidas por la juventud. Casi todos nuestros habitantes de Rhodesia eran muy jóvenes. Un viejo guerrero Matabele, al contemplar a nuestros muertos caídos con el Mayor Allen Wilson en el río Shangani (famosa batalla conocida como una réplica de la del General Custer con su séptimo de caballería en “Little Big Horn”- N.d.T.), se volvió con sorpresa hacia un jefe más viejo y le dijo, “Mira, son sólo jóvenes imberbes, ¡y aún así han matado a quinientos de nuestros guerreros! ¿Qué pasará cuando el grueso de sus hombres adultos y con barba lleguen desde más allá del mar?”

Fue más o menos en aquel momento de la vida del Jefe cuando se instauró en su mente, tal y como él lo expresó, una semilla de lo que crecería hasta convertirse en un fuerte roble. ¿Deben ser, los jóvenes de una Nación, arrancados de las cosas normales y felices de la vida para ser a menudo masacrados por millares, por la voluntad arbitraria de una turba estridente o un poderoso tirano? Había una manera mejor. La juventud es una etapa gloriosa de alegría, crecimiento y éxitos. De risa, diversión, juegos y luz del sol. Encontró el modo de cumplir con los deberes de la vida (con su monótono trabajo) transformándolo en un fantástico juego. Conservó las virtudes puritanas, y sin embargo las despojó de su severidad y sus fastidiosos “NOes”. Demostró que una cara sonriente y un corazón dichoso no quieren decir que uno se encamine hacia la perdición, y, lo mejor de todo, demostró que uno no tiene que ser un malvado para pasarlo bien. Todos vosotros sabéis que redujo los pesados sermones y los interminables libros de leyes a la Ley Scout. Esta ley se puede escribir en una sola página. Se puede aprender de memoria en unas pocas horas y os otorga una libertad antes desconocida. Sólo hay unos pocos “NOes” y muchos “HACED”, y, es extraño decirlo, todos los “HACED” proporcionan alegría al corazón y brillo a la mirada. Vuestra Ley Scout preserva el valor, la verdad, la fuerza y compasión.

Entonces la semilla comenzó a crecer. Extendió su fresca sombra sobre Inglaterra y, casi de la noche a la mañana, por todo el Imperio. Después saltó el Atlántico y encontró su fuente original entre los Indios Americanos, algunos de los cuales están entre vosotros hoy. Pronto se extendió por el mundo entero, alcanzando cada nación y las islas lejanas del mar. He tenido la suerte de acampar bajo los estrellas, junto al centelleante fuego de los scouts, en las tierras del interior de Australia, las montañas de Nueva Zelanda y junto a las palmeras suavemente mecidas por el viento en Rarotonga. He escuchado el resonar de los tambores scouts en el corazón de África. Los scouts del mundo tienen un poder mayor que el de toda la dinamita que se haya fabricado nunca, porque traspasa las fronteras nacionales e incluso se impone sobre los odios raciales. Así, aquellos de nosotros que hemos pasado ya nuestro periodo de vida, contemplamos con serenidad a un mundo bastante convulso. Nosotros, como los antiguos adoradores del fuego, sabemos extraer alegría y consuelo al saber que los fuegos sagrados en los corazones de los scouts, simbolizados por sus miríadas de campamentos, seguirán a la puesta de sol. El Poder de la Oscuridad no prevalecerá.

Por tanto, ahora nosotros, en profundo agradecimiento a una vida de trabajo de este apóstol de la Juventud Feliz, hacemos recaer sobre esta montaña el peso de su nombre. Que desde este momento, y para siempre, será llamado MONTE BADEN-POWELL.”

Respuesta de agradecimiento de BP

16 de Septiembre de 1931 Mi estimado Burnham

Acabo de recibir a mi regreso de Australia y Sudáfrica, detalles del gran honor que se me ha otorgado en América con la dedicatoria de la montaña que llevará mi nombre en California. Me siento abrumado por ello y en especial por tu precioso discurso excesivamente halagador para conmigo. Me hace sentir que tendría que esforzarme más para intentar merecer el alto rango que me has conferido. Y lo siento así aún más porque me doy cuenta de que no se trata de la alabanza vacía de un orador diplomático, sino de la opinión real de alguien que me conoce personalmente y por ello la valoro aún más, y me siento profundamente agradecido por tu muy amable y generoso reconocimiento. ¿No vamos a verte por aquí nunca? Ven de nuevo, y pronto. Sinceramente tuyo Baden-Powell